Febrero y contando

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En estos 4 meses y 10 días la India me enseñó:

– A usar un lavarropas (todo un logro personal).
– A regatear precios.
– A ser más paciente.
– A entender que -acá- nada sale como uno espera y que siempre hay que darle una vuelta.
– A ser más flexible.
– A vivir sin televisión.
– A decir varias palabras en hindi como: Pani (agua), Sida (siga derecho), Bas (frene, acá esta bien) Chalo (vamos), baya (amigo-hermano), Tike (Ok – acordado), Hacha (bueno, ok), chucria (gracias), buka (hambre), Didi (amiga-hermana), Nei (NO).
– Que, a pesar de que quieran marcar que somos todos diferentes, somos todas mas parecidos de lo que creemos.
– Que vivir con gente de los rincones mas diversos del mundo es un aprendizaje único.
– Que podes compartir miles de cosas con gente con la que creías que no tenías nada que ver.
– A ver más allá de las diferencias.
– Que el sistema indio de castas sigue mas vigente que nunca aunque estemos en el siglo XXI.
– Que en la India no existen los derechos laborales.
– Que los casamientos arreglados son una realidad diaria para millones de indios.
– Que acá las mujeres son ciudadanos de segunda categoría.
– Que la carne no es necesaria para sobrevivir.
– Que Indira Gandhi no es pariente de Mahatma Gandhi.
– Que el Taj Mahal se merece ser una de las Maravillas del Mundo.
– Que – en muchos casos- la miseria y la pobreza es igual a lo que nos cuentan los medios de comunicación.
– Que los hombres hacen pis en la calle sin drama.
– Que las bicicletas son el medio de transporte por excelencia.
– Que los indios comen usando una sola mano.
– Que todos los indios, por más que no hablen inglés, atienden el teléfono con un «Hello».
– Que acá si se puede comer por 6 pesos diarios.
– Que no existe el queso rallado.
– Que el subte es híper moderno y funciona a la perfección.

– Que el estereotipo de que la India es una nación súper espiritual y pacifica, donde se hace Yoga y todo el mundo medita es LA MENTIRA MAS GRANDE que escuché en mi vida. O una genial estrategia de marketing.

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Muchas personas me dijeron que un viaje a la India es un camino de ida, que nada es igual después de conocer este país y creo que tienen razón. Pienso en el día en que me subi al avión en Ezeiza y creo que -en muchos aspectos- soy una persona distinta. No en lo fundamental, claro, pero sí en modos, actitudes, prioridades y pensamientos.  Este es un país que te pone a prueba segundo a segundo, es un país intenso que te genera sensaciones contínuamente, que te hace tomar decisiones todo el tiempo. Por estos pagos nada pasa desapercibido (más que nada para los occidentales), todo es vibrante, todo te saca del marco, todo te sacude y todo te hace pensar. Considero que no es un país tolerable para todo el mundo, que a veces la vida se hace difícil, que hay cosas que te indignan, cosas que te rompen el alma y te generan ganas de llorar de la bronca y la impotencia. Conocí personas que huyeron despavoridas a la semana de estar acá y no pudieron apreciar -como muchos otros-  el aprendizaje que te da este caos maravilloso. La clave es tener capacidad de adaptación  y tolerancia  hacia este país que te desencaja de todo lo previamente conocido. Mi lema es «No vas a poder cambiar a 1.200 millones de Indios», pero la realidad es que ellos si te van a cambiar a vos. Hoy elijo estar acá, porque -por lo menos en mi caso- creo que en la India todo es aprendizaje.